Usan ciencia y tecnología en favor de la sostenibilidad pesquera de México
Mero del caribe (Epinephelus striatus) en sitio de desove y con coloración bicolor. Foto: COBI
Por Lucy Calderón
Contribuir a la conservación marina y al manejo sostenible de los recursos pesqueros en el Caribe mexicano ha sido el motor impulsor de la asociación civil Comunidad y Biodiversidad, A.C. (COBI), desde su fundación en 1999.
Entre los varios proyectos que COBI ha implementado ha habido algunos como: Asegurando el éxito a largo plazo de la red de refugios pesqueros en el Caribe mexicano del Sistema Arrecifal Mesoamericano (SAM) e Implementación de tecnologías innovadoras para el monitoreo de agregaciones reproductivas de peces, los cuales contaron con el apoyo financiero del Fondo para el Sistema Arrecifal Mesoamericano (MAR Fund, en inglés).
El primer proyecto lo impulsó MAR Fund a través de un refinanciamiento de Oak Foundation y el segundo, por medio de su Programa de Pequeñas Donaciones, en su décimo segunda convocatoria.
Para conocer más sobre ambos proyectos conversamos con Jacobo Caamal Madrigal, ingeniero pesquero con especialidad en tecnología de capturas por la Universidad Autónoma de Nayarit, quien tiene nueve años y medio de trabajar en COBI, como implementador.
Una forma de manejo: las Zonas de Refugio Pesquero
Capacitación brindada sobre el manejo de la pesquería de langosta. Foto: COBI
El primer proyecto citado de mejora pesquera (FIP, por sus siglas en inglés) tenía dos objetivos claros, comenta Jacobo. Uno, abordar la pesquería de langosta en el área del Estado de Quintana Roo para fortalecer las buenas prácticas. Dos, impulsar el escalamiento del modelo de manejo de la pesquería en comunidades de la parte norte del Estado y quizás fuera de México.
“Se optó por apoyar la pesquería de langosta, porque ya existía un proceso previo de trabajo en este sector; había seis cooperativas involucradas y se les quería dar continuidad. También se pretendía que esas cooperativas, con base en la experiencia adquirida, pudieran ayudar a sus homólogas del a replicar el modelo de manejo; y lograron llevar la información a 15 cooperativas más”, relata Jacobo.
Pero ¿cómo se logra la sostenibilidad pesquera? Jacobo explica que un ejemplo es la implementación de Zonas de Refugio Pesquero (ZRP) o áreas del mar en donde los pescadores deciden no extraer peces – aun teniendo el permiso de hacerlo-, porque prefieren apartar y proteger el sitio, como si se tratara de una “alcancía”. ¿Por qué? Porque a largo plazo, al estar este lugar protegido, los peces pueden reproducirse, aumentar su población y al haber abundancia de especies para pescar y comercializar, estas migran a otros sitios lo que permite su captura y por ende se incrementan los ingresos económicos de los pescadores.
¿Cómo se establecen las ZRP?
Pescadores participan en taller sobre establecimiento de zonas de recuperación pesquera. Foto: COBI
En México, las ZRP están establecidas como herramientas de manejo pesquero por parte del Gobierno, a través de la Norma Oficial Mexicana (NOM) NOM-049-SAG/PESC-2014. Esta norma determina el procedimiento para decretarlas en aguas de jurisdicción federal de los Estados Unidos Mexicanos.
En el caso de las cooperativas pesqueras del sur de Quintana Roo, sus integrantes fueron capacitados por COBI sobre el porqué son importantes las ZRP, cómo se establecen y cómo contribuyen a recuperar especies de interés comercial.
Luego, COBI los apoyó para elaborar el estudio técnico justificativo que presentaron ante la Comisión Nacional de Acuacultura y Pesca (CONAPESCA), con el fin de decretar como ZRP las zonas que les interesaba proteger. En ese estudio técnico se justifica el porqué de las ZRP, dónde se establecerán, por cuánto tiempo serán consideradas como tal y cuáles son las especies que se recuperarán en ellas. La CONAPESCA evalúa la solicitud y en cuanto confirma que la creación de la ZRP no afectará los intereses de alguien más, inicia el proceso para la emisión del acuerdo regulatorio de la zona.
Jacobo indica que también existen las denominadas reservas comunitarias, que tienen el mismo objetivo que las ZRP, pero esta modalidad es bajo una norma interna de la cooperativa o un grupo de la localidad interesada. La diferencia entre la ZRP y la reserva comunitaria es que la primera se establece bajo un decreto, mientras que, para la segunda, solo se requiere una decisión consensuada a nivel de cooperativa o comunidad.
Para asegurar la sostenibilidad de las pesquerías y sin importar cuál de las modalidades de ZRP se elijan, estas deben tomar en cuenta los aspectos sociales y económicos de las comunidades que las implementarán, así como las características biológicas y de manejo del recurso (los peces) no solo antes de capturarlo, sino también después de su extracción del mar.
Posteriormente, los usuarios de las herramientas pesqueras deben aprender a obtener datos biológicos y biofísicos del área a conservar y demostrar qué funcionó y qué no, sobre todo, si deciden solicitar una extensión de vigencia de su declaratoria.
“Los pescadores también tienen que contemplar la ejecución de un programa de vigilancia comunitaria y de buenas prácticas pesqueras. Así es como se asegura que se involucren en todo el proceso, se apropien de él y lo hagan sostenible aun cuando ya no tengan acompañamiento institucional”, indica Jacobo.
Por eso, parte de las estrategias de COBI -añade el profesional- han sido fortalecer la transferencia de liderazgo, el involucramiento de nuevas generaciones, el escalamiento de soluciones y la participación igualitaria de hombres y mujeres en los procesos para la generación de ciencia ciudadana. En síntesis, les han enseñado a realizar por sí solos los monitoreos y la recopilación de los datos que se requieren para conocer el éxito de su ZRP.
Pescadores que participan en una actividad de campo para intercambio de conocimientos. Foto: COBI
“El sector pesquero tiene mucho conocimiento tradicional que facilita su aprendizaje para las técnicas de monitoreo e identificación de peces, porque conocen perfectamente las especies que les interesan. Ellos son expertos en el mar, por lo que la capacidad técnica la adquieren gradualmente y cuando la logran, es comparable con la de estudiantes de maestría y doctorado. Los datos que ellos levantan son súper confiables”, enfatiza Jacobo.
Entre los comentarios que Jacobo ha escuchado de los pescadores capacitados están: “cuando me meto a bucear, ya no veo solo piedras -en referencia a los corales-, ya veo un ser vivo, ya sé que es y lo puedo entender”. “El hacer ciencia ciudadana les ha cambiado el panorama; incluso me dicen: ‘nunca me imaginé poder hablar con un investigador citando nombres científicos’”.
Entre otras buenas prácticas que efectúan los pescadores está el uso de artes de pesca de bajo impacto en el ecosistema marino. Por ejemplo, anteriormente empleaban un gancho para atrapar langostas y si la capturada no era de la talla permitida o tenía hueva, igual moría, porque ya había sido lastimada con el gancho. Ahora usan un lazo que permite liberar sin daños a la langosta cuando esta no cumple con los estándares de captura permitidos. Los pescadores capacitados también saben que deben respetar las vedas, porque si no le dan a la especie la oportunidad de reproducirse, no tendrán recursos a largo plazo.
Jacobo indica que las capacitaciones que han recibido los pescadores, así como el pago que se les otorga a los miembros de las cooperativas mientras hacen los monitoreos biológicos de sus ZRP, fueron posibles con los fondos provistos por MAR Fund. Y todo este trabajo de empoderamiento, para que hombres y mujeres aprendan a ser líderes funciona -como se mencionó anteriormente-, para que gradualmente se vayan encargando de asegurar la sostenibilidad de las ZRP y que COBI u otra organización que les haya brindado apoyo, pueda dejarlos trabajar por su cuenta.
¿Qué papel juega la tecnología en la sostenibilidad pesquera?
Mero del caribe (Epinephelus striatus), con el vientre abultado, en sitio de desove. Foto: COBI
En COBI, además de asegurar la sostenibilidad de las ZRP, se enfocan en sitios reproductivos de peces, es decir, los puntos en el mar donde las especies de interés comercial (meros y pargos) se juntan exclusivamente para reproducirse.
Estos sitios hay que protegerlos, señala Jacobo, porque según los datos de pesca de Quintana Roo, las citadas especies además de la langosta, son las más importantes por orden de captura en ese Estado mexicano.
Hay distintos métodos -incluidos los tradicionales- para obtener los datos que se requiere conocer de estos sitios de agregaciones. Uno de ellos es zambullirse en el agua y empezar a contar e identificar las especies que pasan por el lugar y el tamaño de los peces. Sin embargo, las condiciones climatológicas adversas que suelen ocurrir pueden impedir la realización o finalización de la actividad.
Por tal motivo, el segundo proyecto para el que COBI obtuvo financiamiento de MAR Fund se enfoca en el monitoreo acústico pasivo. Este consiste en recolectar sonidos de los meros cuando están agregándose. Para ello, usan micrófonos submarinos (hidrófonos) que recolectan los sonidos y los almacenan en una tarjeta micro-SD para luego analizarlos y determinar si efectivamente se trató de meros.
Buzo y buza comunitarios colocan en el suelo marino un hidrófono para monitoreo acústico pasivo. Foto: COBI
Una de las ventajas del uso de hidrófonos es que se logra una autonomía de hasta 60 días. Este aparato se programa para que cada nueve minutos grabe 20 segundos de sonido y no se tiene que estar en el sitio todos los días. Solo se instala y a los dos meses se retira del suelo marino y se tiene la información.
En la actualidad, COBI con el apoyo de cooperativas pesqueras e investigadores, está recolectando sonidos de meros y lo hace simultáneamente en tres sitios verificados de agregaciones en las costas de Quintana Roo.
Según indica Jacobo, es la primera vez en la historia del Caribe mexicano que se obtienen datos acústicos al mismo tiempo en tres lugares diferentes y cuando se tengan las grabaciones se efectuarán comparaciones. “Sabremos cuál es la dinámica temporal de los sitios y qué tan parecidas son; si las poblaciones de la misma especie se comportan igual, porque por ahora la información que nos proporcionan los hidrófonos es únicamente sobre si los peces están llegando. También estamos catalogando los sonidos, porque los meros hacen sonidos diferentes, no uno solo. Algunos son para delimitar territorio, otros para decir aquí estoy y otros de apareamiento”, explica Jacobo.
Toda la información que se recopila permite establecer medidas de manejo. Por ejemplo, si se confirma la presencia de meros en un área que aún no está protegida, se puede solicitar la veda. Si esta ya existe se puede corroborar si está funcionando o si debe ser modificada.
Colectas de ADN ambiental
Investigadores del grupo de monitoreo comunitario de Punta Allen sostienen una botella Niskin con una muestra de agua de mar extraída de un sitio de desove. Foto: COBI
Otra de las tecnologías innovadoras que están usándose en los sitios de agregaciones de peces es la obtención de ácido desoxirribonucleico (ADN) de las especies de interés que están en el mar (ADN ambiental), para establecer si hay conectividad ecológica entre las poblaciones que llegan a una zona de agregación.
Jacobo explica que todos los seres vivos liberamos ADN a través de nuestros fluidos corporales, por ejemplo, y en el caso de los peces, a través de sus escamas, la mucosidad que recubre su cuerpo, sus heces fecales, los gametos que liberan durante su reproducción o sus restos al fallecer.
Para obtener la información genética de un mero se hacen colectas de agua de mar en los sitios de desove. Se usan botellas Niskin, instrumentos que sirven para recolectar muestras de agua a diferentes profundidades de forma manual. El líquido colectado se pasa por un filtro de 0.45 micras, lo que permite quedarse solo con el material genético que será analizado y que después se registra en una librería de información genética a nivel de espécimen, aunque cuando se tiene el nombre científico o la familia correspondiente, también se registran.
Durante las colectas de agua se obtienen las muestras de tejido -como se explicó en párrafo anterior- y a estas se les practica una prueba más específica como es la PCR (siglas en inglés de “Reacción en Cadena de la Polimerasa”), cuyo objetivo es obtener gran número de fragmentos de un ADN en particular. Con esta prueba se puede confirmar la especie de pez que estuvo o hay en el lugar. En este caso en particular, la prueba se hace para la especie de mero del Caribe (Epinephelus striatus).
Adrián Munguía-Vega (con sombrero) junto a integrantes del grupo de monitoreo comunitario de Punta Allen realizan el filtrado de agua para extraer ADN ambiental. Foto: COBI
Con los datos obtenidos, tanto con los hidrófonos como con los análisis de ADN, se hacen reportes técnico-científicos que sirven para entender la conectividad existente entre los distintos sitios de agregación y para identificar linajes, es decir, para saber si entre los sitios estudiados hay peces que son “parientes” y en qué cantidad. Además, con estos datos se puede justificar la importancia de continuar protegiendo un sitio.
“Ver una agregación es algo impresionante, inolvidable; establecer una ZRP, algo necesario, y poder estudiar ambas con la tecnología actual es una oportunidad invaluable para entender lo que ocurre en el mar y conocer qué debemos hacer quienes vivimos en las costas para proteger los recursos marinos y pesqueros”, finaliza Jacobo.