En el Caribe mexicano se está a un paso de emitir bonos de carbono azul
Manglares en la zona costera de Holbox. Foto: Rosalía Andrade
Por Lucy Calderón
Debido a las presiones por deforestación, degradación y cambio de uso de suelo a las que son sometidos los manglares del Caribe mexicano, el Fondo para el Sistema Arrecifal Mesoamericano (MAR Fund, en inglés) apoyó iniciativas encaminadas a la medición del carbono azul que almacenan; el valor que las comunidades otorgan a los servicios ecosistémicos que proveen; y a la certificación de acciones de restauración, conservación y manejo para obtener bonos de carbono azul, a través del proyecto denominado Taab Ché. Los bonos de carbono azul son instrumentos económicos y de mercado creados para reducir las emisiones de dióxido de carbono (C02) al medio ambiente.
Todo empezó en 2017, cuando a través del Programa de Pequeñas Donaciones, MAR Fund le otorgó fondos al Centro Mexicano de Derecho Ambiental (CEMDA), para estimar la línea base del carbono azul que almacenan los manglares y pastos marinos en el Área de Protección de Flora y Fauna Yum Balam (APFFYB) con el proyecto “Mitigación al cambio climático y protección de sumideros de carbono azul en Yum Balam: fase de análisis”.
Con los resultados obtenidos del citado proyecto, en 2018, la Asociación Civil Casa Wayúu y el Programa Mexicano del Carbono (PMC) decidieron implementar fases complementarias y recibieron financiamiento para administrar y facilitar la ejecución de otros dos: “Mitigación al cambio climático y protección de sumideros de carbono azul: fase de valoración”; y “Mitigación al cambio climático y protección de sumideros de carbono azul: fase de certificación”, respectivamente. Ambos fueron implementados por la bióloga y maestra en agroforestería tropical Rosalía Andrade Medina y la oceanóloga Elisa López García, miembros de la Asociación Civil Resiliencia Azul y cuya fundación fue uno de los productos generados.
El trabajo científico relacionado con los tres proyectos mencionados estuvo a cargo del Dr. Jorge Herrera Silveira, del Centro de Investigación y de Estudios Avanzados del Instituto Politécnico Nacional (CINVESTAV) Unidad Mérida.
Para conocer acerca de las fases de valoración y certificación del carbono azul que apoyaron los dos últimos, conversamos con Rosalía y Elisa.
¿Qué es y dónde se almacena el carbono azul?
El carbono azul es el carbono capturado y almacenado por los ecosistemas marino costeros, sobre todo en manglares, marismas y pastos marinos, indica Rosalía.
En el caso de los manglares, estos almacenan el carbono en ramas, troncos y hojas (biomasa aérea), así como en raíces (biomasa subterránea), en el suelo y detritos o masa sólida en descomposición que pueda estar formada por madera, hojas o residuos orgánicos que se acumulan cerca de ellos.
La variabilidad de la cantidad de carbono que puede capturar un área de manglar depende de dónde esté ubicada, de las especies de mangle que ahí crezcan y su distribución. También incide la cercanía a ríos o cuerpos de agua que llevan lodos y materia orgánica de otros lugares. En cualquiera de los casos, los manglares presentan una alta capacidad de secuestro y acumulación de carbono: son capaces de eliminar carbono eficientemente de la atmósfera, entre tres y cinco veces más rápido que los bosques tropicales y lo acumulan en el suelo por miles de años.
¿Por qué generar bonos de carbono azul?
El mercado voluntario de carbono -en este caso azul- es un mecanismo internacional de compra-venta de bonos o certificados de carbono, cuyo fin es la mitigación al cambio climático, es decir, la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) a la atmósfera. Se trata de uno de los mecanismos propuestos por el Protocolo de Kioto para la lucha contra el calentamiento global, indica la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático.
Los bonos de carbono azul, además de ayudar a compensar los GEI, son una forma de incentivar la restauración, conservación y uso sustentable del ecosistema manglar, explica Rosalía. Sin embargo, la certeza necesaria para certificar un proyecto de carbono azul ante un estándar internacional, precisa de extensos análisis y de un minucioso diseño. Gracias a los fondos de MAR Fund, Rosalía y Elisa lograron crear una ruta crítica para el registro del proyecto de carbono azul Taab Ché, basado en los manglares de dos sitios piloto en las áreas naturales protegidas de Isla Cozumel y del APFF Yum Balam, en Quintana Roo, México. Ambas de gran interés por su extensión y por las ya mencionadas presiones que enfrentan.
Antes de pasar a la fase de certificación, ¿cómo se hicieron las fases de medición y valoración?
En 2017, el Laboratorio de Productividad Primaria del CINVESTAV, liderado por el Dr. Herrera Silveira, en conjunto con el CEMDA cuantificó el carbono azul de los manglares y pastos marinos del APFF Yum Balam. En 2018, el CINVESTAV en conjunto con Casa Wayuú y el PMC realizaron las estimaciones de las líneas base de carbono de los manglares de Cozumel y complementaron la información recolectada en 2017 para el APFF Yum Balam.
Sucesivamente, la fase de valoración socio-ecosistémica consistió en conocer qué significa o representa, para los habitantes de las comunidades costeras, la presencia o ausencia de manglares en la zona donde viven. El conocimiento de ese valor lo obtuvimos a través de entrevistas específicas dirigidas a personas de distintos sectores: pobladores (ejidatarios con o sin derechos agrarios), hoteleros, operadores turísticos y pescadores, explica Rosalía.
Asimismo, hacer las entrevistas nos permitió viajar a los sitios piloto de estudio y confirmar cuáles de los servicios ecosistémicos que ofrecen los manglares son los más valorados por las personas de las comunidades, añade Elisa.
“Al visitar esos lugares nos dimos cuenta de que el carbono azul no es un tema que la población que vive cerca del manglar conozca. Esto es importante saberlo, porque si llegamos vendiendo carbono o promoviendo un proyecto de carbono, sin que la población conozca de los beneficios del mismo, el proyecto no va a tener el impacto deseado. Pero si les hablamos de la disminución de la pesca o el aumento de las inundaciones, la relación con la pérdida de los manglares es clara para ellos, la han visto; les resulta más fácil conectar con la protección que reciben de los manglares durante situaciones climáticas extremas, que escuchar hablar de carbono”, señala Elisa.
“Hemos sido muy cuidadosas con las expectativas que el mercado de carbono azul genera. Y aunque como incentivo económico quizás les interesaría a los dueños de las tierras que tienen manglar saber en qué consisten los certificados de carbono, preferimos vincular a las comunidades en general a través de los beneficios que aporta mantener los manglares sanos. En síntesis, Taab Ché intenta sentar las bases de sensibilización sobre la importancia de proteger y restaurar este ecosistema; y de lo que puede significar su pérdida, para a partir de ahí, generar la propuesta de los bonos”, dice Elisa.
¿Cuál es el paso siguiente a la obtención de los datos de valoración?
Realizamos el análisis de cuatro estándares de certificación del carbono para conocer su aplicabilidad a las características de los dos sitios piloto que queríamos intervenir. Luego de hacerlo, seleccionamos el estándar de la Fundación Plan Vivo con sede en Edimburgo. Esta fundación es un agente externo que garantiza que el proyecto de carbono azul tiene tanto carbono como dice tener (beneficios climáticos), lo avala y le permite seguir adelante para comercializarlo en el mercado voluntario de carbono, explica Elisa.
Cada estándar tiene distintas metodologías o protocolos; el de Plan Vivo se basa en un tipo de ordenamiento de la tierra en el que cada propietario, ya sea común, privado o parcelado, tiene un diseño de las áreas que formarán parte del proyecto garantizando por un período de 20 años la permanencia y durabilidad del carbono en el territorio y diseña participativamente un esquema específico de distribución de beneficios, estos son los “planes vivos”, añade Elisa.
Los acuerdos del estándar se plasman en un contrato que asegura que quien otorga los derechos del carbono (el propietario de la tierra) restaure, conserve y maneje sustentablemente el área que someterá al acuerdo. Además, debe asegurar que realizará acciones de monitoreo y vigilancia para evitar la degradación o deforestación de los manglares y en consecuencia que el carbono capturado por estos se libere a la atmósfera, indica Elisa.
También comenta Elisa que el estándar Plan Vivo se originó a partir del primer proyecto de carbono a nivel mundial, que es mexicano. Asimismo, el primer proyecto de carbono azul certificado en el mundo, que está en Kenia, lo certificó Plan Vivo. Entre los estándares disponibles, Plan Vivo fue seleccionado por ser, en el momento en que tomamos la decisión, el estándar que más se ajustaba a las necesidades de Taab Ché; y seguimos confiando en que se adecúa perfectamente a las características socio-económicas y de tenencia de la tierra particulares del Caribe mexicano, además de su enfoque de paisaje.
¿Por qué a una comunidad habría de interesarle incluir sus manglares a la certificación de carbono?
Dañar un manglar es un delito federal en México. Sin embargo, las presiones por desarrollar la línea costera en Quintana Roo son muy altas, al igual que el rezago socioeconómico. Por ello, los propietarios originales se ven en una difícil decisión si quieren rentabilizar sus tierras: o bien incurrir en la ilegalidad y desarrollar sobre el manglar, o venderlo y que otros paguen la multa. El proyecto de carbono azul les brinda una tercera opción: incluir su terreno y recibir beneficios por mantenerlo en buenas condiciones por los próximos 20 años. Y, a pesar de que estos beneficios difícilmente pueden competir con el precio del terreno, sí suponen un incentivo económico directo y constante a lo largo del tiempo. Es aquí donde los Planes Vivos pueden generar interés en las comunidades, porque si ellos valoran sus medios de vida, con seguridad querrán seguir disfrutándolos en los próximos 20 años. “La idea es reinvertir parte de los beneficios derivados de la venta del carbono en proyectos que apoyen la sustentabilidad de los medios de vida locales (pesca, turismo, protección costera) y hacer que su trabajo perdure en el tiempo”, indica Elisa.
¿Cómo se distribuye el pago por la venta de un bono de carbono azul?
Por cada tonelada de carbono equivalente que el proyecto registra se genera un bono o certificado de carbono, pero la forma en que se distribuirán los beneficios económicos derivados de la venta es una decisión que se toma de forma participativa en la comunidad. Nosotras como representantes de Resiliencia Azul, A.C., nos limitamos a proponerles una distribución oportuna dentro de Taab ché, explica Elisa.
Según el mecanismo financiero diseñado para el proyecto Taab Ché, los derechos del carbono se le otorgan a Resiliencia Azul, que coordina el proyecto. Cuando se vende un bono, del pago que se recibe por este y que es asignado por el mercado, un porcentaje se entrega directamente a la comunidad y otro se distribuye entre gastos de operación, mercadeo, acciones de restauración, monitoreo y vigilancia, añade Rosalía.
No obstante, en este segundo caso, una parte del ingreso regresa directamente o indirectamente a la comunidad, porque la idea es contratar a sus integrantes para que efectúen, por ejemplo, las acciones de restauración dirigidas por los socios científicos (CINVESTAV), así como las de monitoreo y vigilancia, indica Elisa.
Finalmente, el objetivo es que, después de 20 años, cuando ya se pueda entrar a otro período de registro, la comunidad sea gestora de su territorio, porque las personas habrán internalizado que la conservación y restauración de los manglares es vital para su sustento.
¿Qué les hace falta para colocar los bonos en el mercado voluntario?
Entre los pasos a seguir, para que el proyecto Taab Ché florezca, se necesita de financiamiento adicional para concretar los acuerdos de participación con propietarios de la tierra. Con esto, se podrá completar el Documento de Diseño del Proyecto y enviarlo al Estándar Plan Vivo para su revisión, evaluación y validación para subsecuentemente registrarlos en la plataforma ambiental Markit. Seguimos en proceso de búsqueda y gestión de fondos, estamos muy cerca de la certificación y por tanto de que Taab Ché sea una realidad, puntualiza Rosalía.
Etiquetas: Área de Protección de Flora y Fauna Yum Balam (APFFYB), Asociación Civil Casa Wayúu, Asociación Civil Resiliencia Azul, Centro de Investigación y de Estudios Avanzados del Instituto Politécnico Nacional (CINVESTAV), Centro Mexicano de Derecho Ambiental (CEMDA), Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, Fundación Plan Vivo, gases de efecto invernadero (GEI), Programa de Pequeñas Donaciones, Programa Mexicano del Carbono (PMC), Protocolo de Kioto, Sistema Arrecifal Mesoamericano (MAR Fund), Taab Ché