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Por Lucy Calderón
Desde niño le fascinó el mar, cuenta con entusiasmo el investigador de origen británico Steve Canty. Y por suerte, añade, además del acuario que tenía en casa, sus padres y abuelo lo llevaban con frecuencia a la playa y a visitar grandes acuarios en la ciudad. Fue ese contacto con la vida acuática, durante su infancia, uno de los motivos por los que años después decidió convertirse en biólogo marino.
En la actualidad, Steve es el coordinador del Programa de Conservación Marina del Smithsonian Institute con sede en Washington, Estados Unidos. Pero su pasión por el mar y su deseo de contribuir a la protección de las especies de animales y plantas que lo habitan, así como su interés en el bienestar de las comunidades costeras, le ha permitido recorrer varias regiones. Una de ellas, la del Arrecife Mesoamericano, donde aprendió a hablar español.
El biólogo marino Steve Canty analizando muestras de mangle en su laboratorio. Foto cortesía: James Kegley
Steve trabajó durante siete años en el Centro de Estudios Marinos (CEM) en Honduras. De esa época que culminó en 2014 tiene gratas memorias, sobre todo, del tiempo que vivió en Tegucigalpa y en los Cayitos de Utila, en donde tuvo la oportunidad de intercambiar conocimiento y experiencias con los pescadores del lugar.
Su permanencia en territorio hondureño y su trayectoria como investigador del ecosistema manglar, le permitieron a Steve percatarse de que mucha de la ciencia que los científicos marinos están haciendo responde a preocupaciones de temáticas globales, pero no a las necesidades locales, como las que, por ejemplo, tienen en el campo los pescadores o los manejadores de las áreas marino costeras.
“Los investigadores están más inmersos en indagar sobre situaciones globales como la crisis climática, mientras que algunas de las inquietudes de los habitantes de las comunidades y de los administradores de áreas protegidas son el desarrollo costero, el avance de la frontera agrícola y la deforestación”.
Por eso, con el objetivo de contribuir a establecer un espacio de diálogo entre científicos, manejadores de áreas e integrantes de las comunidades, Steve creó la Red de Mesoamericana de Manglares y Pastos Marinos, en la cual participan 75 personas de más de 40 instituciones.
La red no tiene un espacio físico, sino virtual. Sus integrantes se comunican a través de correos electrónicos y siempre que alguno de ellos conoce a otro interesado en unirse a la causa, le dan el correo MesoMSNet@gmail.com para que participe.
La idea es que los miembros de la red compartan sus investigaciones, proyectos, iniciativas y experiencias de restauración o conservación, así como las ocasiones en las cuales han tenido éxito, en las que han fallado y las formas como pueden avanzar.
La conectividad sí importa
Steve comenta que en equipo con colegas del Smithsonian Institute y Rare, también está realizando estudios de conectividad entre especies de animales y hábitats de las zonas marino costeras del Sistema Arrecifal Mesoamericano (SAM).
Una de las especies que investiga son los manglares, por la importancia de los servicios ecosistémicos que ofrecen a las comunidades, tales como la protección contra la erosión, las tormentas y huracanes; el refugio que brindan para la reproducción y crianza de peces de interés comercial; el papel que desempeñan en el ambiente, en la cultura y su impacto socioeconómico en las pesquerías.
Además, le interesa conocer la conectividad entre especies de animales clave como la langosta espinosa (Panulirus argus), el pargo con cola amarilla (Ocyurus chrysurus) y los peces loro (Sparisoma viride).
Según relata Steve, en México hay estudios publicados sobre conectividad genética (genes y mecanismos que regulan la transmisión de caracteres hereditarios). Pero él está enfocándose en la conectividad genómica (estudio de cómo están estructurados los genes, su función y evolución).
Desde 2015 a la fecha ha monitoreado 23 sitios y colectado muestras de 570 árboles. Para lograr este objetivo, ha trabajado con apoyo de la Summit Foundation en alianza con distintas instituciones en los cuatro países que abarca el SAM, como el Fondo para el Sistema Arrecifal Mesoamericano (MAR Fund, por sus siglas en inglés).
Steve Canty (de gorra roja), durante una visita de campo en el Caribe guatemalteco. Foto cortesía: Tannia Sandoval
Steve enfatiza que la importancia de llevar a cabo estudios de conectividad radica en que para el éxito de las tareas de conservación no importa solo aumentar el área o la cantidad de especies de un animal o planta a proteger, sino también confirmar si esa protección además de beneficiar a la zona elegida, lo hará con áreas vecinas cercanas y con otras más alejadas. En síntesis, los estudios de conectividad brindan información de las escalas espaciales para el manejo de las especies.
Por ejemplo, qué pasaría se pregunta Steve, si los mangles que vemos en Guatemala, Belice, Honduras y México pertenecen a un único bosque, y no a cuatro, como podría creerse solo por el hecho de que crecen en distintos países.
Para responder a la anterior interrogante, Steve efectúa el estudio de conectividad entre hábitats; la respuesta la obtendrá cuando haya analizado todas las muestras de mangle colectadas en la región del SAM y, dependiendo del resultado, podría recomendar que el manejo de tales áreas sea igual en los cuatros países. Sin embargo, también tendría que haber un consenso entre los manejadores de las áreas para que todos tengan claro qué está pasando en las zonas que administran.
Steve Canty (de gorra roja) acompañado de colaboradores del Consejo Nacional de Áreas Protegidas y del Fondo SAM, durante su visita a finales de abril, al Caribe guatemalteco. Foto cortesía: Claudio González
Por el momento, Steve está satisfecho porque sus investigaciones han sido bien recibidas tanto por las organizaciones que trabajan en la región del SAM, como por quienes habitan las comunidades costeras. “Solo hace falta informarlas más acerca de los beneficios que se obtienen al proteger los recursos naturales con los que cuentan, porque al haber servicios ecosistémicos que no se ven todo el tiempo, como la protección que contra las tormentas brindan los manglares, no todas las personas dimensionan el incalculable valor de su conservación”, indica.
La buena noticia es que también hay gente comprometida con el manejo y protección de los manglares, como quienes integran la red que él fundó, lo cual redundará en la salud del ecosistema, el abastecimiento de peces en las pesquerías y la existencia de comunidades más resilientes, asegura Steve.
Lee la publicación Ocean and Coastal Management de Steve Canty.
Publicación Ocean and Coastal Management
Tags: Cayitos de Utila, Centro de Estudios Marinos (CEM), Consejo Nacional de Áreas Protegidas, Ocean and Coastal Management, Ocyurus chrysurus, Panulirus argus, Programa de Conservación Marina del Smithsonian Institute, Red Mesoamericana de Manglares y Pastos Marinos, Sistema Arrecifal Mesoamericano (SAM), Smithsonian Institute, Sparisoma viride, Steve Canty, Summit Foundation